Cada 20 de noviembre se celebra en todo el mundo el Día de los Derechos del Niño, para que nadie olvide que aún queda mucho por hacer por ellos: en muchos países aún no se ha conquistado una educación digna para ellos, algunos ni siquiera tienen en cuenta a las niñas y otros, ni siquiera se preocupan por darles de comer.
En Valencia se había previsto celebrar este día en la plaza de la Virgen el pasado sábado 17 de noviembre, aunque la lluvia lo impidió, y el acto fue cancelado. La exalumna del Estellés, Rebeca Ruíz, actualmente estudiante de Periodismo, escribió para la ocasión un manifiesto que reivindicaba el derecho a la educación de los niños pero que, al no celebrarse el acto, no pudo ser leído en público.
Por eso, este manifiesto aparece a continuación para todo aquel que desee leerlo:
Manifiesto por un pupitre.
¿Cuánto vale un pupitre? Parece mentira, pero realmente hay pocas personas a día de hoy que se paren a pensar en el valor de un pupitre, en lo que simboliza ese pedazo de madera con cuatro patas metálicas. Quizás a pocos le importe demasiado lo que esto significa porque todos pudimos escribir sobre uno y, de un modo u otro, siempre ha estado presente en algún momento de nuestras vidas. Pero ¿qué pasaría si se nos negara el pupitre? Hay quien dice que uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde.
No debería sentarme frente a un papel en blanco para denunciar injusticias que tampoco deberían tener cabida en un mundo como el nuestro. Y sin embargo, la tienen. Y sin embargo, lo hago.
Porque no todo el mundo es consciente de que actualmente son más de 61 millones de niños los que no van a la escuela, que no tienen una educación que debería de haberles sido brindada hace tiempo, que carecen de un pupitre sobre el que abrir libros que no existen o escribir en cuadernos que nunca tuvieron. Para muchos de nosotros, la educación es algo básico, que siempre ha estado ahí y que puede avanzar o incluso retroceder si se ve afectada por molestos recortes, pero que, al fin y al cabo, nunca nos fue negada, o al menos, así ha sido para las últimas generaciones, esas que no vivieron guerras.
Pero dejemos de mirarnos el ombligo unos instantes. Reflexionemos.
La educación es un derecho que no todos los niños tienen, que no todas las sociedades han conquistado; en muchos rincones del mundo, un pequeño equivale a mano de obra barata, tanto da que sepa o no leer. Existen países en los que a los niños se los disfraza de soldados , se les pone un arma en las manos, depositando en esas personitas la capacidad de decidir quien vive y quien muere con tan solo apretar un gatillo. Otros territorios se limitan a educar a niños, y se olvidan de las pequeñas. Nadie se acuerda de las niñas que se quedan en casa sin derecho a aprender. Y a la que se le ocurra reivindicarlo, lo pagará caro. Y eso, por desgracia, Malala lo sabe de sobra.
Que estas palabras sirvan para hacer pensar, para despertar conciencias y allanar un poco más el sendero que queda por recorrer: cada paso, cada gesto, serán los que ayudarán a que cada vez más sean más los niños que puedan acceder a una educación digna, sentarse en sus propios pupitres, y harán que, algún día, esos 61 millones de pequeños puedan algún día llegar a ser médicos, periodistas, o maestros. Un pequeño grano de arena hará crecer la montaña y será el que proporcione a esos niños sueños cumplidos y por cumplir. 